Según la RAE, el verbo procrastinar es sinónimo de diferir o aplazar. Este verbo se ha puesto muy de moda entre la población en los últimos tiempos, referido al acto de retrasar actividades o situaciones que hay que afrontar, sustituyéndolas por otras menos relevantes o agradables, por miedo a afrontarlas y/o por pereza en realizarlas.
¿Todos somos procastinadores?
Seguro que en algún momento de nuestras vidas nos hemos visto envueltos en la rueda de la procrastinación, sobre todo en épocas de mucho estrés y presión laboral. Lo importante es no quedarnos atrapados ahí en el tiempo, convirtiéndose en algo crónico.
Se dice que el aumento de procrastinación es por culpa de las redes sociales, a las que pasamos gran parte de nuestro tiempo, observando vidas ajenas que nos hacen salir de nuestras obligaciones y posponerlas.
Al contrario de lo que se suele creer, la procrastinación suele ser un problema emocional. Es un comportamiento que distrae, postergando el momento de hacer frente a una actividad que nos incomoda, nos resulta inquietante, difícil o frustrante, todo lo cual justifica su postergación a un futuro incierto e idealizado.
Muchos psicólogos consideran la procrastinación como un síntoma de problemas más grandes, como la ansiedad, la depresión, el trastorno por déficit de atención por hiperactividad, o también como un rasgo de la hiperestimulación a la que nos hallamos sometidos en la actualidad.
Ejemplos de procastinación en el trabajo
Atender tareas menores y poco importantes de la oficina, como enviar un correo electrónico, sacar punta a los lápices o resolver inconvenientes nada urgentes, como tal de no enfrentar la tarea principal y más relevante.
Enfrascarse en múltiples distracciones mientras se “empieza” el trabajo principal. Al final se acaba prestando más tiempo y atención a lo primero que a lo segundo. Lo único que se consigue es entorpecer la concentración en la tarea. Por ejemplo, “echarle un ojo” a las redes sociales, iniciando conversaciones por chat, etc.
¿Cómo dejar de procrastinar?
Somos magos, pero algún no hacemos milagros. No podemos dar las herramientas claves que acaben con esta situación, porque depende tanto de la persona como de su situación emocional. Sin embargo, un buen paso para empezar a dejar procrastinar es la actitud con la que nos enfrentamos a la tarea, entender las razones por las que no queremos enfrentarnos a tal asunto y empezar por la raíz del problema dando pequeños pasos hacia él.
Desde SPM, os damos algunos tips para empezar a dejar la procrastinación
- Apuntar en un journal o agenda de la lista de tareas pendientes. Empieza con las tareas con una dificultad intermedia, pasando a las tareas que más pereza te dan y finalizando con las tareas de menor tamaño. Cuando vayas realizando las tareas táchala de la lista. A medida que vaya pasando la mañana y vaya viendo menos tareas te subirá la autoestima a terminar la lista. Consejo: no escribas en la lista más tareas de las que sabes que no podrás llevar a cabo.
- Escribe un borrador de la tarea, y luego podrás trabajar en la versión final en base a eso. Esto permite reducir el estrés de luchar por la perfección.
- Crea un ambiente de trabajo libre de distracciones: si no es necesario el teléfono de móvil para nuestro trabajo, quizás lo mejor sea apagarlo o ponerlo en modo avión. Tener en la mesa de trabajo, únicamente las herramientas con las que vamos a trabajar.
- Algunos métodos como la “Técnica Pomodoro”, empleado en intervalos de trabajo de 25 minutos con 5 minutos de descanso, para dividir el trabajo en partes más pequeñas nos pueden ser de gran ayuda.
Ante todo, si no acabamos la lista de tareas, en lugar de sentirnos culpables o frustrados, intentar tomarnos la situación con buen humor y de una manera positiva.
Y recordar siempre que: “Lo has hecho lo mejor que has podido. Así que por hoy ya has cumplido”.